Lotrives realizó una fotografía de un cuadro suyo llamado El cuchillo, que reproduzco aquí mismo con su permiso. Publicó un artículo en las redes sociales y utilizó El cuchillo para explicar la relación entre el dibujo abstracto y el autismo. El cuadro lo había pintado él. La foto era suya, hecha con su iPhone.
Al cabo de unos meses, a Lotrives le llegó una comunicación por email de la empresa en internet αβγ, que se decía alemana y con sede en Alemania. Le conminaba a transferir 350 euros en concepto de multa por no haber pagado derechos de autor. El cuchillo, según la empresa alemana αβγ, era propiedad de su cliente, el banco de datos de fotografía XYZ. De no abonar esa cantidad en el plazo de una semana, le llegaría una denuncia, tendría que ir a juicio y acabaría debiendo desembolsar una cifra considerablemente mayor, afirmaba αβγ.
«El mundo al revés», me dijo Lotrives. Añadió: «XYZ realizó una captura de El cuchillo cuando lo publiqué en las redes sociales, la subió a su banco de datos, la dotó de © copyright, contrató a αβγ y αβγ me acusa de no respetar los derechos de autor».
Cambien los nombres de Lotrives, XYZ, αβγ y El cuchillo por otros de nuestro mismo mundo, introduzcan pequeños retoques narrativos y el caso ficticio de arriba se puede transformar en uno real. A Lotrives le gustaría saber de personas con experiencias semejantes.