La visión de España en el epistolario de Ortega con Unamuno
Unamuno: «No me importa lo que usted me dice; me importa usted»; Ortega: «Ciencia no son los resultados, sino el método: el método de la honradez espiritual»
¿Es España buena en Ciencias y en Economía? Si se mide por el número de premios Nobel en su nómina habría que contestar que no. ¿Son las universidades españolas excelentes? Si se emplea el rasero de los rankings más prestigiosos al uso, tampoco. ¿Es España sobresaliente en tecnología? Si se piensa en las grandes empresas que dominan el panorama mundial, la respuesta es de nuevo negativa. ¿Ha sido siempre así? ¿Debe acomplejarnos? Respuesta de Miguel de Unamuno (1864-1936): no. Respuesta de José Ortega y Gasset (1883-1955): sí.
Otra pregunta: ¿es Europa la solución para España? Respuesta de Unamuno: no. Respuesta de Ortega: sí.
¿Quién tiene razón? Probablemente los dos, en lo que cada uno de ellos detecta como aspecto de una verdad más amplia y compleja.
Extracto a continuación las ideas que en mi opinión avalan lo dicho. Provienen del Epistolario completo Ortega-Unamuno. Edición de Laureano Robles. Ediciones El Arquero, 1987. Las negritas son mías.

1. José Ortega y Gasset, carta fechada en Madrid el 6/1/1904, dirigida a Unamuno:
«Acaso me diga usted que no hace falta saber para pensar; pero le he de confesar que ese misticismo español-clásico, que en su ideario aparece de cuando en cuando, no me convence» (p. 30).
«Nunca olvidaré las frases amargas, humanas, con que habla Turguenev, en Humo, de los diamantes en bruto, de su país: “No extendáis por Rusia la idea de que se puede hacer algo sin el estudio, ¡por Dios! No; aunque se tenga una frente como una hectárea, hay que estudiar, comenzando por el alfabeto; si no, hay que callarse y estarse quieto”. Una de las cosas honradas que hay que hacer en España (como en Rusia), donde falta todo cimiento, es desterrar, podar del alma colectiva la esperanza en el genio que viene a ser una manifestación del espíritu de la lotería, y alentar los pasos mesurados y poco rápidos del talento. Si fuéramos Francia, otra cosa hablaríamos. Prefiero para mi patria la labor de cien hombres de mediano talento, pero honrados y tenaces, que la aparición de ese genio, de ese Napoleón que esperamos» (p. 31).
«¿Se atreverá a censurarme que, no teniendo cosa mejor que hacer, trabaje sobre los libros de nueve a diez horas diarias, y que crea que haciendo esto unos cuantos años se puede pensar mejor que no haciéndolo?» (p. 32).

2. Miguel Unamuno, carta fechada en Salamanca, el 17/5/1906, dirigida a Ortega:
«Porque cada día, amigo Ortega, me siento más llevado a las afirmaciones gratuitas, a la arbitrariedad, que es el método de la pasión, y cada día me arraigo en mi anarquismo, que es el verdadero. Y así me voy aislando, cada vez más. No quepo en ninguna parte, ni en mí mismo.
»Cada día me importan menos las ideas y las cosas, cada día me importan más los sentimientos y los hombres. No me importa lo que usted me dice; me importa usted.
»”La subjetiva interpretación de un hecho inexplicable científicamente..., etc.”, me dice usted. ¿Científicamente? Mi vieja desconfianza hacia la ciencia va pasando a odio. Odio a la ciencia, y echo de menos la sabiduría.
»For nothing worthy proving can be proven,
»nor yet disproven
»dice Tennyson» (p. 38).
«¡Si supiera usted, querido Ortega, los dolores que me cuesta parir las que llaman paradojas! ¡Si supiera usted las lágrimas contenidas que hay en muchos de mis últimos escritos! Y ¿por qué —me pregunto-, por qué no siendo yo más que un apasionado, que trata de agarrarse a sí mismo y consolarse desesperándose (mi vida es la desesperación resignada), por qué se han empeñado en hacerme un sabio, un pedagogo, un educador, qué sé yo qué otras cosas?» (p. 39).
3. Miguel Unamuno, carta fechada en Salamanca, el 30/5/1906, dirigida a Ortega:
«Y yo me voy sintiendo furiosamente antieuropeo. ¿Que ellos inventan cosas? ¡Invéntenlas! La luz eléctrica alumbra aquí tan bien como donde se inventó. (Me felicito de habérseme ocurrido este aforismo tan ingenioso.) La ciencia sirve de un lado para facilitar la vida con sus aplicaciones y de otro de puerta para la sabiduría. ¿Y no hay otras puertas? ¿No tenemos nosotros otra?» (pp. 41-2).
4. Miguel Unamuno, carta fechada en Salamanca, el 2/12/1906, dirigida a Ortega:
«Las cosas de Costa me parecen, en general, ataques epilépticos; no hay gran consecución entre ellas. Le falta la acción lenta, la tenacidad difusiva» (p. 45).
«No es posible meterse de hoz y de coz en política activa y conservar una mente profunda y seria» (p. 47).
5. Miguel Unamuno, carta fechada en Salamanca, el 2/12/1906, dirigida a Ortega:
«Mi cátedra me entristece; estos pobres muchachos no tienen resistencia nerviosa; cualquier cosa intensa les produce jaqueca. Así se explica que la Historia de las ideas estéticas en España sea para muchos el colmo de la profundidad del saber. Todo a ras de entendederas.
»Y me ahogo, querido Ortega, me ahogo; me ahogo en este ambiente de ramplonería y de mentira» (p. 51).
6. José Ortega y Gasset, carta fechada en Marburgo (Alemania) el 30/12/1906, dirigida a Unamuno:
«En algunos momentos siento vergüenza étnica, vergüenza de pensar que de hace siglos mi raza vive sin contribuir lo más mínimo a la tarea humana. Africanos somos, Don Miguel; y lo que es lo mismo enemigos de la humanidad y de la cultura, odiadores de la Idea» (p. 58).
«Creo que le hace falta a usted, mi buen Don Miguel, una continencia, una cejuela, un cilicillo; si no nos vamos de cabeza al misticismo energuménico y por ese mero hecho nos colocamos fuera de Europa, flor del Universo» (p. 60).
7. José Ortega y Gasset, carta fechada en Madrid, de antes del 8/3/1908, dirigida a Unamuno:
«La dirección de la revista es la de usted y mía y de todos los que no son literatos de café: libertad o mejor dicho tolerancia absoluta dentro de los límites de la humanidad, respeto inequívoco hacia la divinidad de lo humano por tanto a todo lo divino también, sobre todo si no es revelado mediante sacerdotes. Mas especialmente intento que sea la revista un ensayo de pedagogía política (y política en mi vocabulario ya sabe que es liberalismo y revolución, cultura contra materia)» (p. 73).
8. José Ortega y Gasset, carta fechada en Madrid, de antes del 22/3/1908, dirigida a Unamuno:
«El amor a la ciencia, a lo claro, a la ley nos reúne, nos hermana. Juremos que de hoy en más concluirá el pecado secular español, el pecado contra el Espíritu Santo, el horror a la ciencia. ¿Que son transitorios los resultados de la ciencia, que son más cómodos los de la mística? y qué: ciencia no son los resultados, sino el método: el método de la honradez espiritual, la veracidad virtud masculina frente a la femenina sinceridad» (p. 79).
9. Miguel Unamuno, carta fechada en Salamanca, el 14/5/1908, dirigida a Ortega:
«¡Ay querido Ortega! Si viese usted qué tristezas, que desengaños, qué desdenes se me van posando en el alma? Quieren hacerme un político!!!
»¿Ir ahí, a Madrid? ¿A ese indecente, a ese bochornoso, a ese indolente, a ese repulsivo Madrid? ¿A esa cueva de políticos, estetas, chulos, pedantes, cómicos y periodistas? Voy a probar cuánto tiempo puedo pasarme sin pisar eso» (p. 86).
10. Miguel Unamuno, carta fechada en Salamanca, el 18/5/1908, dirigida a Ortega:
«Las cosas que le diría en contestación a su carta recibida hoy son cosas para dichas en secreto de confesión oral y no por escrito. Tiene usted ardores de neófito, y no sé si pedir a Dios que se los conserve mucho tiempo o se los apague cuanto antes» (p. 89).
«En cuanto a lo que a mí me convenga importa poco. Es mejor, pues, que mientras ustedes pelean contra ese proyecto de ley, me ocupe yo en escribir odas a Aldebarán, a la lluvia y a la vuelta de los vencejos — son mis tres últimas— y sigamos cada cual con su batalla.
»La mía creo sabe usted cuál es. Mi batalla es en este país que dicen atacado de individualismo y donde en realidad se odia la personalidad y carga a cada uno lo que en el otro es el hombre, pelear por el respeto y el interés hacia el hombre. Mi lema es: ecce homo, abrirme el pecho, aunque esto me cueste la vida, y decir: ecce homo. Y enseñar así a que cada cual haga lo mismo. El interés por el hombre concreto, palpitante, individual, ese interés que ha matado el confesionario.
»A mí me interesa usted personalmente, no sus ideas.
»Y el otro, y el otro y el de más allá y todos, pero todos uno a uno. Me pisotean el corazón mientras enarbolan las ideas a que suscribo, y aquel me sangra.
»Querido Ortega, tengo que acabar de hacerme antipático. Al ver que me exaltaban ciertas almas radicalmente antipoéticas me he echado a temblar. Vuelvo a mi camino» (p. 90).
11. Miguel Unamuno, carta fechada en Salamanca, el 26/7/1910, dirigida a Ortega:
«Mi opinión es que en Instrucción Pública no hay sino un camino y es empezar a instruir expedientes por inepcia y dejar en la calle a un buen número de catedráticos. Aquí, en Salamanca, hay tres o cuatro, acaso más, en ese caso. Yo de inspector atraería enseguida una tormenta de enemistades sobre mi cabeza. No hay ministro con coraje para hacer lo que hace falta. Con ciertos libros de texto en la mano hay de sobra para destituir a no pocos. Y luego la compasión, la consideración de lo que uno fue. […]. El mal de España es la impunidad de que goza la inepcia. No nos pierden los pillos, sino los tontos» (p. 97).
12. Miguel Unamuno, carta fechada en Bilbao, el 2/11/1911, dirigida a Ortega:
«Ya sabe usted mi único problema, el de la inmortalidad del alma en el sentido más medieval. Todo lo concentro en la persona. Lo grande del cristianismo es ser el culto a una persona, a la persona, no a una idea. No hay más teología que Cristo mismo, el que sufrió, murió y resucitó» (p. 101).
«No se deje ganar por esos horribles pseudo-objetivismos. Chapúcese en su cristianismo original español, por ilógico y caótico que sea, y lávese en él de toda filosofía saducea que tiende a borrar el único problema, ¡el único! ¡Memento mori!» (p. 102).
«Y hago... poesía. Ya sé que usted no pasa por mi poesía. No es, en efecto, creo, muy a propósito para resistir la crítica de la estética tudesca, estética que aborrezco porque no es tal. La mejor mentira es la estética alemana» (p. 102).
«¿Que si quiero algo de ahí?, ¿alguna cosa saducea, normativa, objetiva, corrosiva? No tengo noticia de ninguna. Y ahí, ¿quieren algo de mí?, ¿quieren algo de España?» (p. 103).
13. Miguel Unamuno, carta del 4/10/1919, dirigida a Ortega:
«Si hay, según Schopenhauer, escritores que escriben sin pensar, otros que escriben porque han pensado y otros que piensan para escribir, los hay también, y creo contarme entre ellos, que piensan escribiendo» (p. 142).
«Ya sabe usted mi vieja manía de buscar a los hombres. Y es que creo que un hombre es una idea concreta y absoluta, un pequeño universo cerrado que se basta a sí mismo, y que el hombre que llegase a comprender a otro sabría toda la historia que hay que saber. O una biografía o una historia universal. El conocimiento de Shakespeare o del Dante, v. gr., me parece que enseña más que el de la historia de Inglaterra o de Italia. Estudiar a Cervantes es más fructuoso que estudiar la historia de España durante los Austrias. En los grandes libros de historia lo que se aprende de humano es conocer al historiador» (p. 143).