Las ideologías, los sistemas de principios, resultan a veces impopulares. Pero no toda ideología es errónea ni para obrar racionalmente es preciso abandonarla, según Friedrich A. Hayek. Al contrario que el pensador austriaco, Gonzalo Fernández de la Mora subrayó que «toda ideología, por el hecho de serlo, resulta un instrumento inadecuado para resolver las especializadas cuestiones políticas de nuestro tiempo».
Este asunto, el de las ideologías, lo debatimos en el último número impreso de Nueva Revista, cuyo sumario completo se puede consultar aquí.
Además de las opiniones sintéticas de Hayek y Fernández de la Mora arriba apuntadas, cabe añadir que al término ideología, en su acepción más moderna, lo acompaña una connotación despectiva que se refiere a los puntos de vista políticos de los demás y que el observador considera inconsistentes. Nos lo cuenta José Ferrater Mora en su Diccionario de Filosofía, realizando un recorrido histórico del concepto.
Ya Maquiavelo observó el desvío entre la realidad —especialmente la realidad politica— y las ideas políticas. Hegel describió la conciencia que se separa de sí misma en el curso del proceso histórico, dando como resultado la posibilidad de que el yo no sea lo que es y sea lo que no es. En la «inversión» de la doctrina de Hegel propuesta por Marx, las ideologías se forman como «enmascaramientos» de la realidad fundamental económica. Para Marx, la clase social dominante «oculta» sus «verdaderos» propósitos (los cuales, por lo demás, puede ella misma ignorar) por medio de una ideología. Pero la ideología, a la vez que ocultación y enmascaramiento de una realidad, puede ser revelación de esta realidad y servir como «instrumento de lucha», como sucede cuando el proletariado toma el poder y convierte en ideología militante su concepción materialista y dialéctica de la historia.
La noción de ideología como ocultación y revelación de la realidad social y de los propósitos humanos hizo fortuna en el siglo XIX y ha persistido hasta nuestros días. Friedrich Nietzsche, Georges Sorel y Vilfredo Pareto se ocuparon, cada uno a su manera, de «desenmascarar ideologías». Pareto elaboró una doctrina sistemática de la ideología, mostrando que esta es siempre una teoría no científica. Según Pareto, la ideología no es descripción objetiva de la realidad social, sino conjunto de normas encaminadas a la acción. Varios autores marxistas más (por ejemplo, Georg Lukács), además de Max Scheler y Karl Mannheim, también han aportado a la teoría de la ideología.
En Max Scheler el problema de la ideología está tratado dentro del marco de la sociología del saber. El conocimiento puede estudiarse no solamente en su contenido, sino también en su relación con una situación social e histórica. En este último caso tenemos las ideologías. Karl Mannheim, siguiendo en parte (y en parte sometiendo a crítica) el marxismo, y aprovechando las investigaciones de Max Weber, trató sistemáticamente las ideologías como «reflejos» de una situación social que a la vez ocultan y revelan. El concepto de ideología —escribe Mannheim en su libro sobre ideología y utopía— refleja el descubrimiento que surgió como consecuencia del conflicto político, esto es, el hecho de que los grupos dominantes puedan estar en su pensar tan intensamente apegados a cierta situación de intereses, que ya no les sea simplemente posible ver ciertos hechos que socavarían su sentido de dominación. Implícito en el vocablo ideología queda la percepción de que en ciertas situaciones el inconsciente colectivo de ciertos grupos oscurece la condición real de la sociedad tanto para sí mismos como para otros y estabiliza tal situación. Mannheim distingue entre ideología parcial (raíz psicológica) e ideología total (raíz social).