Hace unos días han trascendido los insultos privados, por WhatsApp, de Pedro Sánchez, el presidente del Gobierno de España, a algunos de sus compañeros de partido, socialistas. ¿Podemos aprender los hispanos algo de este episodio?
—(Pablo Bilz) No sé por qué la gente se indigna tanto con los insultos privados, publicados sin permiso, de Pedro Sánchez a algunos de sus camaradas. ¡Todos agraviamos cuando nos sentimos a resguardo, Lotrives!
—(Lotrives) ¿Seguro que todos? Aunque fueran todos, es un pésimo hábito. ¿Has oído hablar del argumentum ad hominem [argumento que ataca al ser humano]?
—(Pablo Bilz) Sí. Lo estudié en Lógica. Decir, pongamos por caso: «Anda, anda, cállate y no me vengas con consejos de nutrición. ¿Pero te has mirado al espejo? ¿No ves los veinte kilos que te cuelgan de la barriga?»
—(Lotrives) Exacto. En lugar de discutir la validez de lo que se expone, se desacredita al oponente con ataques personales, lo que desvía la atención del tema debatido. Pero el que no es de fiar en lo poco, tampoco lo es en lo mucho (véase Lc 16:10). Si Pedro Sánchez peca de esas incontinencias en la intimidad, la probabilidad de que sus falacias aparezcan en público aumentan, y un buen presidente de Gobierno no debería ser así.
—(Pablo Bilz) Estás extrapolando de forma no sé si correcta.
—(Lotrives) Quizás. Pero doy otra vuelta de tuerca. Imagínate que un tal Martín pertenece a la junta de gobierno de la asociación de padres de alumnos (APA) del colegio de su hijo. Martín expone que se ha de aumentar el gasto en la partida de excursiones culturales y empieza a razonar su propuesta. Otro padre de la APA, imagínate que un tal Hugo, lo interrumpe, salta a su yugular y le grita: «¿Pero tú qué te has creído? ¿Que porque seas rico de familia tenemos que arruinar esta APA?».
—(Pablo Bilz) Eso ya lo hemos hablado, Lotrives. Los dos denunciamos el argumentum ad hominem.
—(Lotrives) Espera, Pablo. Si Martín responde a un ideal de nobleza de espíritu, intentará convivir con Hugo, pero llegará un momento en que si Hugo insiste en los ataques personales, cortará con él por completo. Interiormente se dirá: «A partir de ahora, te evito del todo. No porque no te respete como persona, sino porque tú no me respetas a mí. Mi medida, una medida punitiva, es para intentar que reacciones. Ya sé que probablemente, hasta que cambies, me seguirás denigrando, cuando yo no esté presente, en las redes sociales, en las reuniones con otros padres de alumnos, en capillitas diversas. Pero esos serán problemas tuyos y de los que te escuchen. No coarto tu libertad de expresión, pero sí que me insultes directamente, en persona. Los insultos contra las personas son insultos contra su dignidad, es decir, indirectamente contra Dios, que las crea y les confiere dignidad. Las personas somos hijos de Dios (1 Jn 3: 1-2). ¿Se me entiende, Pablo?
—(Pablo Bilz) Te has subido mucho. Resumo: podemos seguir poniendo a parir, en público y en privado, a Pedro Sánchez, porque ni nos ve ni nos oye. No vamos a estar con él nunca en ámbitos cercanos como el Martín y el Hugo de tu ejemplo.
—(Lotrives) No seas sofista. Dejo de lado tu argucia elevándome otra vez sin salirme del tema. ¿Cómo se manifiesta respeto a una persona en la esfera cívica? Principalmente, me parece, escuchándola sin interrumpir en un debate, no divulgando información privada de ella sin su consentimiento y aceptando sus decisiones personales aunque no se compartan. Immanuel Kant ha escrito páginas al respecto que están muy bien, en su Fundamentación de la metafísica de las costumbres, un libro de 1785. ¡Te lo recomiendo! ¡Léelo! Se entiende fácilmente.
Notas a pie de página:
—Foto: Saturno devorando a su hijo (óleo de Francisco de Goya). Licencia de Wikimedia Commons. Se puede consultar aquí.
—Libro mencionado: Kant, Immanuel. (2016) [1942]. Fundamentación de la metafísica de las costumbres. Ed. de Luis Martínez de Velasco. Trad. de Manuel García Morente. Madrid: Espasa Libros. Tít. orig. Kant, Immanuel. (1785). Grundlegung zur Metaphysik der Sitten. Riga: Edit Johann Friedrich Hartknoch.