Kevin Weatherill es un contable de cuarenta y dos años que trabaja en Nevison Gallagher Associates. Nevison Gallagher, hábil empresario al que le va muy bien, enérgico, el dueño de la sociedad mencionada, se aproxima a los setenta pero da la impresión de hallarse en su mejor momento profesional.

Kevin pide a Nevison un aumento de sueldo para pagar los estudios de su hija Melissa. Solicita una subida de 10.000 libras esterlinas al año. Nevison contesta que se lo pensará.
Poco después, Kevin conversa con su esposa, Jenny, de cuarenta años, en silla de ruedas. El diálogo es este:
—(Kevin) No tenemos suerte.
—(Jenny) Poseemos una casa bonita. Tenemos dos hijas fantásticas.
—(Kevin) Dos niñas maravillosas que tendrán que ir a un instituto de segunda clase porque no disponemos de suficiente dinero para enviarlas a otro lugar. […].
—(Kevin) La mitad de esa empresa [Nevison Gallagher Associates] debería ser mía, Jenny. Y en cambio todos los días tengo que ir allí, sonriendo, agachándome […].
Los que han visto la serie de televisión Happy Valley saben que en el origen de todos los desastres que luego se desarrollarán se sitúa la envidia de Kevin, la que reflejan los párrafos anteriores, del primer capítulo de esta producción de la BBC.
Según el libro de la Sabiduría (2, 24), «por envidia del demonio entró la muerte en el mundo y la experimentan los que le pertenecen». La envidia es una tendencia a entristecerse por el bien del prójimo. Suscita sentimientos de odio e impulsa a maldecir, denigrar, calumniar y desear el mal: como sucede en el relato bíblico de José y sus hermanos (Génesis 37, 2-36) y como acontece con Kevin en Happy Valley. La envidia incentiva también la busca inmoderada de riqueza: se observa en la degradación progresiva del contable y en su asociación con traficantes de droga.
De todos los personajes de la primera temporada de Happy Valley, el que resulta quizá más odioso es ese padre de familia con aspecto de no haber matado nunca una mosca, a quien la envidia transforma en un monstruo. Happy Valley es una serie de ficción, pero la experiencia enseña que con gran facilidad todos nos podemos transformar en una copia de Kevin Weatherill.
¿Cómo parar y reparar el mal una vez desatado? En la primera temporada de Happy Valley resulta una tarea vana. Lo que recuerda que vivimos en un mundo disfuncional (de pecado, en la terminología moral clásica) que acumula crímenes desde la noche de los tiempos, porque desde Adán y Eva «por envidia del demonio entró la muerte en el mundo» (Sabiduría 2, 24). Revertir y curar el mal es una misión solo al alcance de un redentor divino.