Las memorias de Ludmiła María Dąbrowski de Moszoro
Tras casi dos años de cautiverio en la cárcel de Montelupich (Cracovia), donde fue torturada, la llevaron al campo de concentración de Auschwitz en 1942
Este 27/1/2025 se cumple el 80.º aniversario de la liberación del campo de concentración y de exterminio de Auschwitz. Desde 1996 en Alemania, y desde 2005 internacionalmente, el 27 de enero es un día dedicado a la memoria de las víctimas del nacionalsocialismo. Buena ocasión para recordar este libro de Ludmiła María Dąbrowski de Moszoro:
Dąbrowski de Moszoro, Ludmiła María. (2017, 3.ª ed.) [2001, 1.º ed.]. Memorias 1939-1945. Relatos sobre la guerra y las persecuciones, los campos de concentración -inclusive Auschwitz- y el traumático final de la contienda mundial. Rosario (Argentina): Editorial Dunken.
Ludmiła nació en Lwów en 1917, cuando Lwów era parte de Polonia. En 1939 era una joven universitaria. Su ciudad cayó en la parte soviética del reparto de Polonia hecho por Hitler y Stalin. En enero de 1941, Ludmiła fue detenida por la Gestapo en Cracovia. Tras casi dos años de cautiverio en la cárcel de Montelupich, donde fue torturada, la llevaron a Auschwitz en 1942. Allí permaneció hasta enero de 1945. Al terminar la Segunda Guerra Mundial, Ludmiła decidió dejar la Polonia comunista y se instaló en Argentina, pasando antes por Italia y Gran Bretaña, donde conoció a su marido, también polaco, el ingeniero Casimiro Víctor Moszoro. Con él emigró en 1947 a Rosario, donde Ludmiła murió en 2012 con la alegría de haber dado al mundo cuatro hijos y diez nietos.
El relato de Ludmiła es conmovedor por su sencillez y sobre todo porque no perdió nunca la fe en Dios ni sus profundas raíces católicas, a pesar de los terribles reveses que le dio la vida. Ludmiła muestra un ánimo y una entereza al borde de lo milagroso.
En el prefacio de sus memorias, escribe Dąbrowski de Moszoro: «Durante varias décadas gente amiga o conocida me ha exhortado y animado a escribir mis memorias. Siempre he rechazado esta idea, considerando que ‘memorias’ hay en abundancia; que las mías no pueden introducir algo específicamente nuevo en el asunto y que mis vivencias tampoco fueron ‘cosas excepcionales’. […]. Fue necesario que por ‘mis caminos’ se cruzara Evangelina del Forno. No nos conocíamos, pero alguien le había contado las ‘peripecias’ de mi vida. Me envió una y otra carta y me visitó insistiendo en escribir un libro sobre mi vida. En esta idea la acompañaron mis hijos y mis nietos y... ¡ganaron la batalla!». (p. 9)
Hay que dar las gracias a Evangelina del Forno y a los hijos y nietos de Ludmiła porque ganaron la batalla para que quedara constancia de una vida como la suya, resplandeciente por su santidad, valentía y ejemplo. El autor de estas líneas tiene el honor de contar entre sus amigos a uno de lo hijos de Ludmiła: Stefan Moszoro-Dąbrowski.