Ayer celebramos con el psiquiatra Luis Rojas Marcos una nueva sesión del Foro Nueva Revista. Rojas Marcos glosó en diez minutos las ideas de una entrevista suya previamente publicada en Nueva Revista y a continuación hubo un turno animadísimo de debate con preguntas y respuestas, dirigido por Pilar Gómez. La participación fue muy alta, de tal manera que a mí no me dio tiempo a exponerle mis dudas. Lo hago ahora aquí, con la esperanza de que pronto Rojas Marcos vuelva a nuestro seminario y esta vez sí consiga que me conteste.
En la entrevista, Rojas Marcos decía:
«Solamente en los últimos veinte años es cuando en el mundo de la salud mental y de la medicina se le empieza a dar importancia al hecho de preguntar: “Oye, dime, ¿a ti qué te hace estar contento?” […]. Hay que preguntar por lo que a cada uno le hace feliz y a partir de eso se reprograma la vida o un método o lo que sea. Ese cambio, el hecho de preguntar, es muy importante, y atender a la variedad de respuestas, también».
¿No es necesario un marco normativo, un marco del bien y del mal, en ese contexto? ¿Qué ocurre si alguien se empeña, por ejemplo, en que para ser feliz necesita abusar del vino? ¿No fue ya Sigmund Freud, hace más de un siglo, el que insistió en que los médicos han de escuchar a los pacientes? ¿No se han olvidado de eso los médicos hoy en día, cuando la tecnología y las pruebas diagnósticas lo son todo?
En la entrevista, Rojas Marcos afirmaba:
«Hay otra esperanza global, esa que los filósofos achacaban a las personas optimistas que creían que todo se iba a arreglar o que era cuestión de suerte. Esa esperanza más general no tiene utilidad a la hora de aplicarla a nuestro día a día».
Mi observación:
En el mejor de los casos de la vida más de ensueño, siempre se cumple que los encuentros personales, tarde o temprano, acaban desengañando y que la muerte está ahí, acechando a la vuelta de la esquina. ¿No es lo normal la desesperanza, sin un sentido trascendente de la vida?
En la entrevista, Rojas Marcos señalaba:
«Cuando trabajaba con los sintecho, la pregunta era: ¿cómo has terminado aquí, viviendo en la calle? ¿Qué te ha pasado o qué has hecho? En Europa, cuando hablas con un sintecho, preguntas por las circunstancias, hablas de la falta de ayuda por parte del ayuntamiento y del desinterés de la familia o de la sociedad».
Constatación:
He tenido cierta experiencia con los sintecho en Madrid. Mi impresión: aunque dispongan de un albergue para dormir, con trabajadores sociales del ayuntamiento a su disposición, están abandonados porque no hay recursos para un plan de recuperación y promoción personales. Un problema similar padecen los que necesitan atención personal psicológica o psiquiátrica: no hay medios para ello.
En la entrevista, Rojas Marcos opinaba:
«El sufrimiento en sí no tiene ningún valor. ¿Qué valor puede tener sufrir? Y digo sufrimiento y no dolor, que tampoco lo tiene, porque el dolor sí es un aviso. Si me duele el brazo, pienso si ha sido un golpe o el corazón. Es como el miedo, el miedo real, que avisa y pone en guardia, no la angustia. Bueno, el sufrimiento, en sí, no ayuda a nada y no aporta nada, y el dolor, una vez que sabemos por qué nos duele algo, pues tampoco, no tiene ningún componente positivo».
Mi última pregunta: ¿está usted seguro? Algunos contraejemplos: sufro porque he hecho mal a alguien y sufro hasta que le pido perdón y me perdona. Eso es bueno y le da sentido al sufrimiento. Sufro, me domino, ante una mala contestación (de mi mujer, de mis hijos, por ejemplo) para ayudarles con calma más adelante, y eso es bueno. Un preso sufre su pena en la cárcel… para que se pueda arrepentir. Para los católicos, una posible explicación de la pasión y muerte de Jesucristo es que los humanos actuamos tan mal que él, el Hijo de Dios, ha de sufrir y padecer todo lo que no sufrimos y padecemos nosotros, para que cambiemos y nos hagamos buenos hijos de Dios.