Democracia y mentiras
El efecto psicológico de mentir es mortal: para uno mismo y para la sociedad
Un requisito fundamental para el progreso de la sociedad es que sus gobernantes y todas sus instituciones digan la verdad. La sinceridad de la comunicación impide «la acción del mayor enemigo del buen gobierno: la de aquellos que quieren hacer algo que no se puede decir o, más exactamente, que no se puede decir al gran público, el que está fuera de los cenáculos reducidos en que se elabora la comunicación política». Los mensajes falsos o distorsionados por la demagogia «privan al cuerpo social de la facultad de decidir libremente sobre su propia vida y su propio destino. Los mensajes falsos son mucho más perniciosos que la moneda falsa».1
No hace falta demasiada memoria para citar mentiras de gobernantes españoles, por poner un país, el mío sin ir más lejos. Pero el fenómeno se repite por doquier y a diario.
Para atajar el mal, a la sinceridad de la comunicación hay que unir la búsqueda personal y radical de la verdad, puesto que la aversión a la verdad, escribió Pascal, «se da en diferentes grados, pero se puede decir que se da en todo el mundo hasta cierto punto, porque es inseparable del amor propio […]. El resultado es […] que se nos trata tal y como deseamos ser tratados; odiamos la verdad, y la apartan de nosotros; deseamos que nos halaguen, y nos halagan; deseamos que nos engañen, y nos engañan».2
Hay un relato especialmente impactante del Nuevo Testamento sobre la mentira. Es la historia de Ananías y de su mujer, Safira. Ananías ha vendido una propiedad y entrega el dinero a san Pedro, pero le dice que la ha enajenado en menos de lo que en realidad se ha embolsado. Ananías no estaba obligado ni a vender ni a entregar nada a san Pedro. Actúa por por propia iniciativa, y miente. La reacción del apóstol es la siguiente: «Ananías, ¿cómo es que Satanás te ha impulsado a mentir al Espíritu Santo quedándote con parte del precio del campo? ¿No podías conservarlo? O, si lo vendías, ¿no podías quedarte con el precio? ¿Qué te movió a proceder así? No has mentido a los hombres, sino a Dios». Ananías y Safira, que también participa en el embuste, mueren fulminados (Hech 5, 3-5).
Independientemente de si se tiene o no fe: el efecto psicológico de mentir es mortal para uno mismo y siembra el cáncer en la sociedad.
Más sobre el declive de la democracia, en Nueva Revista: https://www.nuevarevista.net/la-mentira-y-el-deterioro-de-la-democracia/
Ángel Rodríguez Luño: Introducción a la ética política. Rialp, 2021, p. 153.
Peter Kreeft: Cristianismo para paganos modernos. Los Pensamientos de Pascal editados, esquematizados y explicados. Tecnos, 2016 (trad. de Julio Hermoso Oliveras). Punto número 978 (de los Pensamientos de Pascal, en la edición inglesa de Krailsheimer), p. 139.