H e c h o
2024-02-16 13:25 h. «Alekséi Navalni ha muerto en prisión […]. Se sintió mal tras un paseo y al muy poco sufrió un colapso en la colonia penal número 3», según el comunicado de la agencia rusa Tass.1

C o m e n t a r i o
No hace falta más que repasar la vida de Alekséi Navalni (1976-2024)2 para convencerse de que estamos ante un héroe. Se enfrentó durante años a la banda de ladrones y asesinos que ha secuestrado al Estado ruso. Solo un héroe es capaz de que lo salven por poco de la muerte en Alemania tras ser envenenado en Siberia, y a continuación decidir volver a Rusia, a seguir luchando contra el régimen de Vladímir Putin,3 sabiendo que le esperaba lo peor.
Según todas las evidencias, Alekséi Navalni (1976-2024) o ha sido directamente asesinado o ha muerto víctima de los malos tratos. Detrás de los Estados, están las personas. Detrás del poder, está quien da las órdenes. ¿Es demasiado atrevido afirmar que la muerte de Navalny es un resultado querido directa o indirectamente por Putin? ¿Es demasiado aventurado pronosticar que existe una cadena de mando continua desde Putin hasta el que lo asesinó o el que permitiera que se hallara en esas condiciones de vida infrahumanas? Si esa cadena se probara, Putin tendría que ser juzgado por asesinato. ¿Hay algún tribunal en el mundo capaz de juzgar a Putin por asesinato? ¿Había en los tiempos de Hitler algún tribunal capaz de juzgar al dictador alemán?
«Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia» (Mt 5:6). Queremos tenerla. ¿Pero qué podemos hacer ante el laberinto del mal? Acudamos a Tomás de Aquino: «Objeciones por las que parece que Dios no existe: 1. Si uno de los contrarios es infinito, el otro queda totalmente anulado. Esto es lo que sucede con el nombre Dios al darle el significado de bien absoluto. Pues si existiese Dios, no existiría ningún mal. Pero el mal se da en el mundo. Por lo tanto, Dios no existe».4
¿Dios no existe? Sigamos leyendo: «Respuesta a las objeciones: 1. A la primera hay que decir: Escribe Agustín en el Enchiridio: Dios, por ser el bien sumo, de ninguna manera permitiría que hubiera algún tipo de mal en sus obras, a no ser que, por ser omnipotente y bueno, del mal sacara un bien. Esto pertenece a la infinita bondad de Dios, que puede permitir el mal para sacar de él un bien».5
¿Qué bien puede sacar Dios de la muerte de Navalni? Me parece que nadie, salvo él, puede contestar ahora esa pregunta. Pero algún día se sabrá.
El problema del mal es extremadamente complejo. En eso está casi todo el mundo de acuerdo. Desde el punto de vista cristiano es difícil apuntarse a cualquier otro intento de explicación que no sea el del Aquinate, al que complementa esta apreciación de Joseph Ratzinger: «La esperanza del cristianismo, la posibilidad de la fe descansa a fin de cuentas sencillamente en que dice la verdad. La suerte de la fe es de la verdad, que aun cuando pueda ser oscurecida y pisoteada no se extinguirá jamás».6
Tomás de Aquino: Summa Theologiae I q2 a3 ob1 (citado por Santo Tomás de Aquino: Suma de Teología, Tomo I, BAC, 2001).
Tomás de Aquino: Summa Theologiae I q2 a3 ad1.
Joseph Ratzinger: Cooperadores de la verdad. Rialp, 2021, p. 84.