Según George Orwell (1903-1950), hay cuatro grandes motivos para escribir: el puro egoísmo, la pasión estética, la motivación histórica y el propósito político. El primero se relaciona con el deseo de parecer inteligente, de repercutir en la sociedad y de ser recordado tras la muerte. El segundo con las ganas de compartir una experiencia que se considera valiosa. El tercero se refiere al descubrimiento de hechos verdaderos y su registro para la posteridad. Con el cuarto se contribuye a que las cosas cambien de determinada manera o a que el mundo se mueva en cierta dirección. Tomo lo anterior de Ernesto Baltar, en su reseña a Orwell en Nueva Revista. Añado ahora lo que sigue.
A Josep Pla (1897-1981) se le atribuye esta frase: «Considero que un hombre que después de los cuarenta años aún lee novelas es un puro cretino».
San Agustín (354-430), en sus Confesiones, arrepentido del tiempo en que gozaba de los espectáculos y del teatro, afirma: «Yo entonces, desgraciado, amaba sentir dolor y buscaba que hubiese algo de que dolerme, ya que a mí, en esa desventura ajena, falsa y además representada, me gustaba más la escenificación del actor y me atrapaba con más fuerza cuantas más lágrimas me arrancaba. […] Y de ahí provenían los amores por los dolores, no por los que me calasen muy hondo —pues no amaba soportar cosas parecidas a las que gustaba contemplar— sino por los que, siendo oídos y fingidos, me rozasen, por así decir, la piel».1 Da que pensar al aficionado a las series… y no solo a él.
Volvamos a Orwell y pongámonos de la parte del lector. Se podría afirmar en principio que leer a quien escribe por puro egoísmo o por pasión estética es por lo menos una pérdida de tiempo. Si la premisa fuera cierta, se prescindiría muy probablemente de la lectura de gran parte de lo publicado. Piénsese, por ejemplo, en que santa Teresa de Ávila (1515-1582) recurrió a la pluma por orden de sus confesores y hoy día es un clásico de la literatura española. El tercer motivo, el histórico, y el cuarto, el político, según la nomenclatura de Orwell, se podrían llamar quizás propósitos científicos. Es muy importante, parece evidente, leer para aprender: matemáticas y ciencia, gramática y artes prácticas; tiene sentido leer y escribir para poner en claro lo que se considera que es la verdad y luchar por ella. ¿Pero por algo más? ¿Cuál es el papel de la literatura? ¿De la poesía?
Lanzo más argumentos. Hay personas que no leen libros y en general no leen casi nada y son, parece, bastante cultas, si por culto se entiende el saber orientarse bien por la vida simplemente con lo que se escucha y lo que se ve y lo que se trabaja.
Reflexiones adicionales: durante mucho tiempo la Iglesia católica ha prohibido determinados libros, bastantes libros. Hay apologetas cristianos para los que el único sentido de leer determinada bibliografía, determinada literatura y determinada poesía es estar al tanto de los problemas de nuestros contemporáneos, para intentar ayudarles… refutándolos la mayor parte de las veces. Finalmente: una de las razones por las que se defiende la literatura es que no todas las verdades son verdades científicas. De Dios sabemos sobre todo lo que él nos cuenta de sí en la Biblia. De una persona sabemos principalmente algo si nos relata desde su interioridad lo que nosotros no descubriríamos nunca por nuestra parte.
Confesiones (libro III, 4: p. 186 en San Agustín: Confesiones. Biblioteca Clásica Gredos. Introducción, traducción y notas de Alfredo Encuentra Ortega. Editorial Gredos, 2010).