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Más que una parábola, lo que escribes me suena a una caricatura, pero sólo del personaje llamado "Gobierno". La Iglesia está tratada con respeto; o mejor dicho, con admiración, algo esperable, claro. Por lo que conozco de esa negociación que recreas, que no es mucho, debo decirte que "Gobierno" se comportó con fragilidad, no tanto por el acoso electoral, sino por una tendencia a parecer razonable.

Me temo que, si por mi fuera (como tu pones en labios del representante del Ejecutivo), la Iglesia debería proveerse de los medios para "anunciar el Evangelio". No me imagino a un representante de la Iglesia adoptando una posición tan aparentemente desprendida. Te contaré una experiencia personal.

En un pequeño pueblo de la sierra norte de Madrid en el que me tocó ser Alcalde durante un par de años, tuve que negociar un acuerdo económico con el Arzobispado referente a un compromiso contraído años atrás por otro equipo consistorial. Te ahorro los detalles, para no resultar fatigoso. El caso es que tuve que tratar con el Ecónomo, figura que, como su nombre sugiere, era responsable de los bienes materiales de la Institución. Te puedo asegurar que encontré muy poco desprendimiento y escaso interés por "anunciar el Evangelio". Aunque su reino no sea de este mundo, tuve la impresión de que la Iglesia defiende con uñas y dientes los tesoros materiales con tanto o más empeño que el que pone en propagar la palabra de Dios.

No te lo tomes como una crítica, pues me parece razonable tal posición. Sólo lo menciono para apoyar mi impresión de que, en cuanto al asunto que me refieres, dudo que "Iglesia" se plantee, siquiera como faro negociador, renunciar a la enorme palanca de poder que supone la labor pastoral de las conciencias vía educación.

Añado que la comparación entre la enseñanza de inspiración religiosa y la educación especial (entendida como apoyos a lo largo de la vida para personas con discapacidad intelectual) no me parece acertada. Las creencias se eligen; la discapacidad (en este caso el autismo), no. Como agnóstico, te diré que soy partidario de la libertad religiosa o, dicho de otra forma, que se asegure el respeto de cualquier credo. La "cooperación" a la que se refiere la Constitución no me resulta incómoda. Pero, a mi juicio, la separación entre Iglesia y Estado debe estar clara, como la Carta Magna también establece. Me temo que no siempre ocurre así.

En Madrid, los sucesivos gobiernos del Partido Popular se han mostrado muy generosos con la Iglesia, cediéndole terrenos para instalar colegios y otras obras pías. Te cuento otra experiencia personal. Como Presidente de una entidad que entonces administraba un Colegio concertado para personas con autismo, me encargó la Federación de la Discapacidad Intelectual en Madrid que participara en una negociación con la Consejería de Educación sobre la actualización de los Conciertos. La patronal de los centros religiosos fueron especialmente exigentes con las cláusulas económicas, ante los agobios de la Directora General (una mujer muy amable y competente, debo decir). Nada les escuché sobre otros aspectos de su misión espiritual.

Perdona por este largo exordio, pero quería argumentar por qué me resulta difícil de creer el diálogo imaginario entre Iglesia y Gobierno que me propones.

Un placer dialogar sobre estas y otras cosas de la vida, Pablo Bliz.

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