Parábola sobre las relaciones Iglesia-Estado
Más allá de los abusos sexuales y del Valle de los Caídos
Te voy a contar una parábola, Lotrives.
Un alto cargo de la Iglesia española, lo llamo Iglesia, negocia con un alto cargo del Gobierno de España, lo llamo Gobierno, y se produce este diálogo:
—(Gobierno) En mi orden del día con usted solo caben dos asuntos: abusos sexuales y Cuelgamuros. Todo lo demás no interesa al Gobierno.
—(Iglesia) La Constitución española de 1978 establece, en su artículo 16.3, que «los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia católica y las demás confesiones».
—(Gobierno) Abusos sexuales y Cuelgamuros.
—(Iglesia) Según estimaciones prudentes, los 2.402 centros católicos concertados de la Iglesia ahorran al Estado español unos 4.604 millones de euros al año. Esos centros escolarizan a 1.498.182 alumnos en 63.016 aulas y dan trabajo a 135.311 personas. Lo documento aquí, página 23.
—(Gobierno) Abusos sexuales y Cuelgamuros. Si por mí fuera, ahora mismo cerraba todos los centros concertados de la Iglesia católica y los transformaba en públicos.
—(Iglesia) A eso iba, pero no me dejaba con su insistencia en los abusos sexuales y en el Valle de los Caídos. Lo que le propongo, y en firme, es que se hagan ustedes cargo de la educación de esos chicos de nuestros colegios concertados. Utilizo chicos con el valor gramatical todavía vigente de chichos y chicas, no se escandalice.
—(Gobierno) ¿Habla usted en serio? Tendríamos que emitir deuda por valor de 4.604 millones de euros al año para financiar los colegios concertados. Más impuestos, en resumen. No sé si estamos en condiciones de realizar esa operación. Las elecciones quedan a la vuelta de la esquina, por no mencionar el lío de Trump con los aranceles. ¿Qué les pasa a los obispos españoles?
—(Iglesia) Queremos concentrarnos en nuestra tarea principal: anunciar el Evangelio a quien quiera escucharlo y dar testimonio de vida. No nos interesan los colegios. No nos interesan las universidades. No nos interesan los hospitales. Nos interesa anunciar el Evangelio, celebrar la Eucaristía (para eso se necesitan curas), mostrar con nuestras vidas lo que significa ser cristiano y apoyar a quien quiera ser cristiano en pequeñas comunidades. Empezamos de cero. Imagínese que Jesucristo ha comenzado su vida pública hoy en España, a 12 de abril de 2025.
—(Gobierno) ¿Se ha vuelto usted loco? No se ponga así. Le prometo que en lugar de Cuelgamuros utilizaré la palabra Valle de los Caídos y le dejaré pronunciar alumnos las veces que quiera para significar alumnos y alumnas.
—(Iglesia) No me he vuelto loco. Empezamos de cero. No hay marcha atrás. Mañana, señor Gobierno, tendrá usted en su despacho los documentos oficiales que ratifican todo lo que le he comunicado. Adiós al nacionalcatolicismo. Adiós al clericalismo. Adiós al sacro imperio. Adiós a la unión del trono y del altar. Pueden ser ustedes todo lo laicistas que les dé la gana. Pueden poner ustedes a los católicos todas las zancadillas que les dé la gana. Pueden ustedes ignorarlos y despreciarlos lo que deseen. Vamos a ser a partir de ahora tan radicalmente nosotros, que reconquistaremos otra vez Occidente sin querer reconquistarlo, pero no caeremos en los mismos errores de antaño.
¿Qué te ha parecido mi parábola, Lotrives? ¿No sería maravillosa una Iglesia así? Hay expertos en las relaciones Iglesia-Estado que dirán que mi parábola es un desvarío. Te recordarán que mi empezar de cero ya lo descubrió el Concilio Vaticano II, que abrió las puertas a la libertad religiosa (libertad de religión y libertad para decir «no» a la religión). Te recordarán que la búsqueda de la verdad utilizando la razón es lo que une a los ciudadanos cristianos con los no cristianos en la construcción de un mundo más justo y que los cristianos no podemos imponer nuestro dogma. Ese es el pensamiento de Joseph Ratzinger, por ejemplo.
Lotrives, no sé, quizás esté equivocado. Pero me parece que si se aplicara mi parábola, todos saldríamos ganando. La verdad es una persona, el Mesías, y esa luz no se conquista con la razón. ¿Descartamos Juan (14, 6): «Yo [Jesús] soy el camino, la verdad y la vida»? ¿Desacredita ese versículo el planteamiento de Ratzinger?
Se me olvidaba, Lotrives: la situación de los colegios concertados de la Iglesia en un cierto sentido se parece a la de los centros de día gestionados por asociaciones de padres, de los que ya te hablé, solo que los centros de día lo tienen mucho peor. Para unos y otros, al final, lo único plausible y viable es la caridad de los implicados, no la «solidaridad» del Gobierno.
Te deseo una buena Semana Santa y una feliz Pascua de Resurrección.
Pablo Bilz
Más que una parábola, lo que escribes me suena a una caricatura, pero sólo del personaje llamado "Gobierno". La Iglesia está tratada con respeto; o mejor dicho, con admiración, algo esperable, claro. Por lo que conozco de esa negociación que recreas, que no es mucho, debo decirte que "Gobierno" se comportó con fragilidad, no tanto por el acoso electoral, sino por una tendencia a parecer razonable.
Me temo que, si por mi fuera (como tu pones en labios del representante del Ejecutivo), la Iglesia debería proveerse de los medios para "anunciar el Evangelio". No me imagino a un representante de la Iglesia adoptando una posición tan aparentemente desprendida. Te contaré una experiencia personal.
En un pequeño pueblo de la sierra norte de Madrid en el que me tocó ser Alcalde durante un par de años, tuve que negociar un acuerdo económico con el Arzobispado referente a un compromiso contraído años atrás por otro equipo consistorial. Te ahorro los detalles, para no resultar fatigoso. El caso es que tuve que tratar con el Ecónomo, figura que, como su nombre sugiere, era responsable de los bienes materiales de la Institución. Te puedo asegurar que encontré muy poco desprendimiento y escaso interés por "anunciar el Evangelio". Aunque su reino no sea de este mundo, tuve la impresión de que la Iglesia defiende con uñas y dientes los tesoros materiales con tanto o más empeño que el que pone en propagar la palabra de Dios.
No te lo tomes como una crítica, pues me parece razonable tal posición. Sólo lo menciono para apoyar mi impresión de que, en cuanto al asunto que me refieres, dudo que "Iglesia" se plantee, siquiera como faro negociador, renunciar a la enorme palanca de poder que supone la labor pastoral de las conciencias vía educación.
Añado que la comparación entre la enseñanza de inspiración religiosa y la educación especial (entendida como apoyos a lo largo de la vida para personas con discapacidad intelectual) no me parece acertada. Las creencias se eligen; la discapacidad (en este caso el autismo), no. Como agnóstico, te diré que soy partidario de la libertad religiosa o, dicho de otra forma, que se asegure el respeto de cualquier credo. La "cooperación" a la que se refiere la Constitución no me resulta incómoda. Pero, a mi juicio, la separación entre Iglesia y Estado debe estar clara, como la Carta Magna también establece. Me temo que no siempre ocurre así.
En Madrid, los sucesivos gobiernos del Partido Popular se han mostrado muy generosos con la Iglesia, cediéndole terrenos para instalar colegios y otras obras pías. Te cuento otra experiencia personal. Como Presidente de una entidad que entonces administraba un Colegio concertado para personas con autismo, me encargó la Federación de la Discapacidad Intelectual en Madrid que participara en una negociación con la Consejería de Educación sobre la actualización de los Conciertos. La patronal de los centros religiosos fueron especialmente exigentes con las cláusulas económicas, ante los agobios de la Directora General (una mujer muy amable y competente, debo decir). Nada les escuché sobre otros aspectos de su misión espiritual.
Perdona por este largo exordio, pero quería argumentar por qué me resulta difícil de creer el diálogo imaginario entre Iglesia y Gobierno que me propones.
Un placer dialogar sobre estas y otras cosas de la vida, Pablo Bliz.