Estimado Lotrives:
Me llamo Hugo. Soy hermano de Martín Bilz, de quien Pablo, mi padre, te habló en una carta la semana pasada. Puesto que él se sintió tan bien acogido por ti, me animo yo ahora con mis dudas.
Aunque estudié Derecho, me dedico al Periodismo. Con siete compañeros más sacamos desde hace unos años una publicación que escasamente nos da para vivir, pero ahí estamos. Se llama Zaole.
Ayer nos llegó a Zaole un artículo sobre la pornografía. No sé si sabes, Lotrives, que una página de internet pornográfica, no te digo cuál porque de lo contrario saldría el link, ha sido la 13.ª más visitada en el mundo en 2024. Fuente: aquí. Los expertos subrayan que «la pregunta no es si tus hijos verán pornografía, sino a qué edad». Es un secreto a voces, Lotrives, que muchos matrimonios se rompen porque el varón se engancha a la pornografía. El fenómeno se han convertido en una plaga. Finalmente, y por terminar, asusta el número de personas del sexo masculino con daños cerebrales por la pornografía: apenas pueden trabajar cuando se meten en esa espiral. ¿Necesitas las fuentes de mis últimas afirmaciones? Si me las solicitas, te las enviaré.
El artículo que ha llegado a Zaole denuncia la hipersexualización de nuestra sociedad con ideas brillantes a veces como «Ni siquiera el cáncer de mama está a salvo de la estética pornográfica». Pero para realizar la denuncia, el autor cae en frases que rozan ellas mismas lo erótico y lo pornográfico. He dicho que rozan, pero lo rozan según para quién. Somos ocho en Zaole y cada uno discrepa sobre lo que habría que cortar o no cortar del artículo en cuestión.
Hace años acudía los sábados por la tarde al cinefórum del Colegio Mayor Acromol, en Triburgo. A veces ponían películas que a mí me parecían subidas de tono, y porque me afectaban dejé de ir al cine. Pero en Acromol había un sacerdote que parecía no padecer en absoluto por lo que yo padecía.
Del mismo modo, hace años un excelente amigo del Colegio Mayor Acromol me recomendó una novela que a mí me resultó verde. Lo hablé con él. Pero a él no le había impactado sexualmente cuando la leyó, y me lo creo.
¿Qué me aconsejas? ¿Seguir la regla evangélica de cortarme la mano antes que caer en la tentación (v. Mt 5:30), es decir, poner la salvaguarda muy lejos en lo que publicamos en Zaole? Más aún: ¿llevar yo mismo un tipo de vida benedictino, pero como los benedictinos de la primera generación, los compañeros de san Benito? ¿Adaptarme a la hipersexualización de la sociedad con la esperanza de que a mí no me lleve la corriente del río? Te señalo que tengo novia y estoy pensando en casarme.
A la espera de tus consejos, recibe un saludo cordial,
Hugo Bilz
Hola, Hugo. Creo, por principio, que todas las adicciones son negativas y terminan provocando daños. En cuanto a las consideraciones morales, intuyo que tenemos aproximaciones distintas, pero eso no impide que coincidamos en algunas cosas. Coincido contigo en que la pornografía es una aberración que cosifica a la persona, y en particular a la mujer. A mi juicio, el uso de la pornografía es consecuencia de la represión de la sexualidad, que es una manifestación sana y muy necesaria del desarrollo personal. Puedo admitir que vivimos en una sociedad "hipersexualizada", como igualmente lo hacemos en una sociedad "hipermercantilizada", si me permites el barbarismo. Con la diferencia de que este último abuso se consiente con más naturalidad que el primero en muchos sectores de la población. Más que consejos, lo que te escribo son opiniones y, como tales, discutibles. Que tengas suerte y aciertos, si por fin te casas. Saludos cordiales.