Desde el punto de vista personal, estoy de acuerdo en que «estamos en manos de Dios». Los que están muriendo de hambre y otras cosas en Gaza están en manos de Dios, los que mueren en Ucrania y otros sitios también lo están.
A veces un terremoto causa mucho daño. Y las víctimas están en las manos de Dios. A veces el daño viene de entidades o personas. Es bueno para las víctimas considerar que están en las manos de Dios, porque es verdad.
Pero en el caso en que el daño viene de otras personas es conveniente, y labor especialmente de periodistas, decir la verdad tras informarse concienzudamente.
Quizá el caso de Maciel en la Iglesia sea un paradigma para entender que hay que escuchar a las víctimas, sobre todo cuando hay muchas, y no alabar a entidades que tienden a no ser transparentes y tratan de quitar de la red, incluso con juicios, la información que les delata: discreción lo llaman.
Aunque para las víctimas lo mejor sea darse cuenta de que siempre «han estado en las manos de Dios».
Muchas gracias, Pseudónimo Díaz. La oración de Santiago Martín es: «Sé que lo que me pase es fruto de tu amor», en sintonía con tu «Estamos en manos de Dios». Confieso que para mí el asunto es incomprensible: no sabría decirle nada, ni siquiera eso, al padre de un niño víctima en Gaza ni a la madre de una niña víctima en Auschwitz. Tendría que callar, llorar y pensar: «No entiendo nada y la única opción que me queda es seguir fiándome de Jesús y de su mensaje: su predicación de un Dios omnisciente, todopoderoso y suma bondad, y sacar de ahí las conclusiones teológicas de santo Tomás de Aquino». Pero una cosa es pensar teóricamente y otra sufrir Gaza o Auschwitz en carne viva. «Envíame, Señor, solo lo que pueda soportar», decía una judía, la madre de santa Edith Stein. Sobre la segunda parte de tu razonamiento, que tiene que ver con el Opus Dei, solo puedo añadir esto: tengo el firme propósito de decir siempre la verdad, la que yo sea capaz de expresar. Te deseo un buen fin de semana y te envío un abrazo.
Desde el punto de vista personal, estoy de acuerdo en que «estamos en manos de Dios». Los que están muriendo de hambre y otras cosas en Gaza están en manos de Dios, los que mueren en Ucrania y otros sitios también lo están.
A veces un terremoto causa mucho daño. Y las víctimas están en las manos de Dios. A veces el daño viene de entidades o personas. Es bueno para las víctimas considerar que están en las manos de Dios, porque es verdad.
Pero en el caso en que el daño viene de otras personas es conveniente, y labor especialmente de periodistas, decir la verdad tras informarse concienzudamente.
Quizá el caso de Maciel en la Iglesia sea un paradigma para entender que hay que escuchar a las víctimas, sobre todo cuando hay muchas, y no alabar a entidades que tienden a no ser transparentes y tratan de quitar de la red, incluso con juicios, la información que les delata: discreción lo llaman.
Aunque para las víctimas lo mejor sea darse cuenta de que siempre «han estado en las manos de Dios».
Muchas gracias, Pseudónimo Díaz. La oración de Santiago Martín es: «Sé que lo que me pase es fruto de tu amor», en sintonía con tu «Estamos en manos de Dios». Confieso que para mí el asunto es incomprensible: no sabría decirle nada, ni siquiera eso, al padre de un niño víctima en Gaza ni a la madre de una niña víctima en Auschwitz. Tendría que callar, llorar y pensar: «No entiendo nada y la única opción que me queda es seguir fiándome de Jesús y de su mensaje: su predicación de un Dios omnisciente, todopoderoso y suma bondad, y sacar de ahí las conclusiones teológicas de santo Tomás de Aquino». Pero una cosa es pensar teóricamente y otra sufrir Gaza o Auschwitz en carne viva. «Envíame, Señor, solo lo que pueda soportar», decía una judía, la madre de santa Edith Stein. Sobre la segunda parte de tu razonamiento, que tiene que ver con el Opus Dei, solo puedo añadir esto: tengo el firme propósito de decir siempre la verdad, la que yo sea capaz de expresar. Te deseo un buen fin de semana y te envío un abrazo.